lunes, 17 de noviembre de 2008

ENSAYO FINAL

CONSECUANCIAS SOCIOCULTURALES DEL NARCOTRAFICO EN COLOMBIA.
Paola Bustamante C.
El conflicto colombiano hace mucho que dejó de ser un tema estrictamente local e incluso regional, para suscitar el interés de la comunidad internacional. Una historia contemporánea que se cuenta en décadas teñidas de rojo producto de la sangre derramada por falsos próceres y masas aturdidas; violencia extrema, desplazamiento forzado, pobreza, descomposición social, necesidades básicas insatisfechas, confrontaciones armadas, guerras por el poder, corrupción son tan solo una serie de palabras que hacen parte del diario histórico de Colombia y que atenúan el conflicto nacional de una manera tal que será interesante para cualquier observador ver a nuestra sociedad como el ejemplo más evidente del caos.
Dentro de esta lógica apocalíptica llena de causas, efectos y atenuantes que conforman el boceto de la realidad nacional, el narcotráfico sigue (y seguirá) siendo el fenómeno político y socio-económico más relevante de los últimos años y uno de los distinguidos personajes en lo que a la degradación social del país se refiere.
Hasta el día de hoy no ha habido “Plan Colombia”, “Guerra contra el terrorismo” , “Seguridad Democrática” o “Fumigación con glifosato” que valga a la hora de controlar el tráfico ilegal de estupefacientes, y las consecuencias y efectos son más que evidentes en la sociedad colombiana.
La crisis institucional de los organismos encargados de la vigilancia y control, potenciada por el altísimo grado de impunidad y corrupción han generado la infiltración directa del narcotráfico en la arena política nacional. La narco política como el impase que ha empapado la dirigencia nacional de dineros mal habidos; sobornos, chantajes y pactos ilegales sumados a escándalos mediáticos del orden del famoso proceso 8.000 en la campaña del expresidente Ernesto Samper o el más reciente y no menos vergonzoso tema de la “parapolitica” en donde congresistas, elegidos democráticamente, mantenían relaciones con grupos paramilitares, estrictamente juzgados, no solo por entrar en la lógica del narcoterrorismo si no por su influencia militar y temeraria en la población civil, son solo algunos de los casos que evidencian la influencia del narcotráfico en las esferas políticas.
Por el lado del consumo, producción y tráfico de droga, la influencia no deja de ser notoria, pues desde hace mucho tiempo Colombia se hizo cargo de todo el proceso: se cultiva en grandes hectáreas perdidas en la inmensidad del paisaje natural colombiano, por lo general por humildes campesinos que ven en el cultivo de marihuana, coca y amapola, una salida económica más rentable que el cultivo de otros productos agrícolas, a su vez se procesa en laboratorios clandestinos y se distribuye por rutas marítimas descuidadas como en la costa pacífica, todo esto atenuado por la lógica de la doble moral estadounidense, en donde el gobierno gringo invierte millones de dólares anuales en programas contra la erradicación del narcotráfico, mientras jóvenes “yonkies” se convierten en los principales y mayores consumidores. Y la cosa no para ahí: según datos oficiales del Reporte Mundial de Drogas de la Oficina sobre Drogas y Crimen de las Naciones Unidas en 2006 tres cuartas partes de la droga (cocaína) que se consume a nivel mundial provienen de Colombia. Esto sumado a que los países de la región están pasando a ser también altos consumidores, pues según el mismo informe el 1.9 % de la población colombiana consume marihuana, el 1,2 cocaína y el 0.3 % éxtasis, cifras nada despreciables si se considera que la mayoría de los consumidores se encuentran en los centro urbanos, siendo Cali uno de los de mayor actividad.
La atomización del narcotráfico en pequeñas células también fomento la conformación de redes completas de pandillas afiliadas por opción lucrativa a grupos de paramilitares y a narcotraficantes locales, evitando así sus precarias condiciones sociales (deserción escolar, desplazamiento, necesidades básicas insatisfechas). Como el caso del cartel del Norte del Valle y su influencia en zonas aledañas como Cartago y Zarzal, también se manifiestan grupos conformados sobretodo en el complicado distrito de Aguablanca concediéndose como latentes grupos político-militares en una disputa territorial que convierte cualquier esquina popular de Cali en tierra de nadie.
Estas confrontaciones entre pandillas traen consigo otras varias consecuencias: el aumento de la violencia urbana, que por lo general produce cadenas de venganzas que ensanchan el número de víctimas y consolidan la tradición violenta como elemento determinante de la cotidianidad colombiana. El tráfico de armas y el consumo deliberado de drogas en los jóvenes pertenecientes a dichos grupos y que en muchos casos no superan la mayoría de edad, y quizás lo más importante es el deterioro sistemático de la moral, en donde el enlodamiento de la escala de valores es inversamente proporcional a las vidas arrebatadas, la vida con su importancia material y simbólica pierde su preponderancia en las lógicas de la confrontación, si es que tal cosa es posible.
Pero sin duda la influencia socio-económica del narcotráfico no para ahí, en el devenir cotidiano, el colombiano promedio ha visto surgir recientemente un nuevo sujeto social, un burgués postmoderno cuyas generosas finanzas por lo general son de la procedencia y rentabilidad que solo el narcotráfico podría dar (y quizá alguna pirámide) y que en muchas ocasiones se convierte hasta en categoría descriptiva, me refiero al popularmente conocido como “traqueto” un personaje vinculado estrictamente al tráfico y comercialización de psicotrópicos que comienza a marcar la parada en cuanto a poder adquisitivo y ostentosidad se refiere. Ejemplos como el de Cali, con el barrio El Ingenio o Medellín con algunos excéntricos sectores del Poblado son muestras tácitas de un fenómeno acumulativo de bienes que difícilmente evidenciarían las cifras del DANE y que no corresponde con el crecimiento económico del país. Aparatosas y faraónicas construcciones, carros de lujo, mujeres que encuentran una exuberancia extremada por el cirujano y hombres acicalados por accesorios en oro, armas y algunos escoltas hacen parte de la aparición de un modelo de vida que se toma la principales ciudades del país, que hace tiempo dejo de ser un mito urbano y que se legitima socialmente con despliegues comerciales que han visto surgir novelas y telenovelas que describen dichas realidades.
Es evidente que este es tan solo un brevísimo análisis de algunos de los más importantes impactos socioculturales del ya mencionado fenómeno del tráfico de sustancias ilícitas, pretendiendo evidenciar los efectos que tan paupérrima condición han producido no solo en la sociedad caleña sino en el resto del país.
Probablemente todas estas consecuencias mencionadas anteriormente también se den a causa del consumismo, que lleva a todos los días a exigirnos más de lo que tenemos, a querer estar a la moda y tener lo más lujoso. Sin darnos cuenta que vamos perdiendo nuestra identidad, tratando de seguir un modelo de consumo masivo. Como puede ser el caso de los jóvenes que hoy en día por estar a la moda consumen drogas o de las mujeres que con tal de tener lujos venden su cuerpo, asi mismo los políticos subastan su honestidad por dinero.
Para realizar este ensayo obtuve información de: libros como El cartel de los sapos, escrito por Andrés López López. Ensayos de páginas de internet (http://www.gestiopolis.com/recursos/documentos/fulldocs/eco/narcotraficolombia.htm). Paginas de internet con artículos relacionados (www.elpais.com),(www.elespectador.com). Para hacer mas verídico este ensayo obtuve le testimonio de una persona que vivió todo este fenómeno desde sus inicios.

viernes, 17 de octubre de 2008

Reseña 3: La Epidemia Del Narcotrafico


Luis Fernando Andrade es un escritor colombiano que actualmente se desempeña como columnista en la revista Dinero.

El tema de este articulo indica que no hay problema más grande en Colombia que el del narcotráfico, este trae consigo miseria, violencia y corrupción.

Andrade pretende concienzar a los lectores acerca del gran enemigo que representa el narcotráfico, pero sobre todo aportar ideas al gobierno para erradicar el problema.


El problema del narcotráfico no solo es cuestión de quien produce la droga sino también de quien la compra.

"Entre los problemas del país, el narcotráfico es uno de los peores, no solo por el daño que causa a los adictos en Colombia y en el exterior, sino porque ha afectado las instituciones, debilitando la capacidad del Estado de garantizar la seguridad de sus ciudadanos y de administrar la justicia eficazmente. El narcotráfico genera violencia en Colombia y en áreas urbanas de bajos ingresos en Estados Unidos".

Este gran flagelo ya tocó fondo, el gobierno en su afán por combatir sesgadamente este problema se olvida de otros aspectos que se necesitan para mantener bien al país. Por su parte Estados Unidos también se olvida de ciertas zonas que incrementan cada vez más su consumo.


Al considerar al narcotráfico como una ‘epidemia social’, se deben tener en cuenta quienes son las persona que impulsan estas tendencias, es decir quienes se encargan de expandirla.

"La ley de los pocos. Una "epidemia social" se inicia con nuevos comportamientos de un grupo pequeño de "innovadores", usualmente personas rebeldes, impulsivas y propensas a asumir riesgos. Ellos originan, por ejemplo, nuevos conceptos en la moda. Pero sus ideas solo llegan a la gran masa si hay gente interesada en transmitir y persuadir a los demás".

Los carteles de la droga se encargaron de expandir su producto mediante inocentes jóvenes de colegios que gustaban de los alucinógenos. El bajo mundo en poco tiempo se lleno de droga y este se expandió a otras esferas de la sociedad.


Cuando se empezaron a ver los resultados positivos que dejaba el narcotráfico en los sujetos que le dieron vida, la sociedad no encontró una formula para controlar al monstruo que estaba naciendo.

"El poder del contexto. Una idea o comportamiento solo pega, si el contexto en que los individuos viven genera señales positivas ante su adopción. Cuando se disparó la epidemia de narcotráfico a finales de los 70 y comienzos de los 80, los nuevos ricos disfrutaron de aceptación en la política, la farándula y los negocios. Hubo muchas consecuencias positivas y pocas negativas como resultado de sus nuevas acciones. A finales de los años 80, la "epidemia" había llegado a un punto en que era muy difícil controlarla. Algo parecido a lo que ocurrió con el virus del sida en África en los 90".

La rápida escalada en la vida social gracias al patrimonio que venia cosechando el narcotráfico, contagio a varias personas que quisieron aparentar ese mismo estilo de vida.


El narcotráfico afectó a Colombia como una epidemia, en un principio la clase dirigente no se dio cuenta del problema tan grande que representaría este problema y aun hoy se siguen viendo las consecuencias. Para acabar al narcotráfico hay que identificar claramente sus causas, de ahí en adelante los estudios y las estrategias pueden dar mejores resultados.


Muchas veces los colombianos somos apáticos frente a todos los problemas que causa el narcotráfico. Por esa razón nos queda muy difícil entrar a pensar como podemos ayudar para erradicarlo de nuestras vidas, porque sin darnos cuenta, él siempre estará ahí presente.


Excelente texto ya que el autor muestra muy bien la etapas del mismo. En la primera parte nos contextualiza, en la segunda toma como ejemplo un libro y en la tercera propone como entrar a ayudar para combatir un problema que es de todos los colombianos.



Reseña 2: Colombia: La Violencia Como Forma De Vida


Andrew Graham Yooll nació en Buenos Aires, Argentina el 5 de enero de 1944. Desde mayo de 1998 es editor jefe del periódico Buenos Aires Herald. Desde mayo de 1994 hasta abril de 1998 se desempeñó como Director y fue Presidente de la Junta de Directores desde junio de 1995 hasta abril de 1998. Ha publicado los libros: Tiempo de violencia, La censura en el mundo y Retrato de un exilio entre otros.


Este articulo indica que Colombia no se cansa de exponerle al mundo su cruda situación. Una condición que es protagonizada por: la guerrilla, los paramilitares, los carteles del narcotráfico, el gatillo fácil y los secuestros. Una difícil situación social que se convierte en nuestro día a día.
El escritor argentino se huntó de los problemas colombianos para explicarle al mundo como se hace para vivir y mantener la ilusiones en un país en que las tormentas se producen por los problemas antes nombrados.


Con la aparición de grupos criminales organizados, empezaron a también a verse las matanzas colectivas en las diferentes regiones de Colombia, sobre todo en aquellas en donde los pobres no tienen más armas sino sus manos para trabajar.

"Álvaro Uribe, junto a otros colegas, hicieron un estudio de 1.230 masacres, interpretando masacre como "el asesinato colectivo de personas desarmadas e indefensas a manos de grupos armados". Las masacres, a partir de 1980, las cometían "narcotraficantes, guerrilleros, paramilitares, matones a sueldo, agentes estatales y delincuentes comunes".

El mecanismo favorito para que los delincuentes demuestren su poder y su odio, es tomar grupos de personas inocentes y desterrarlos de su terruño para enviarle un mensaje al gobierno de turno. Sino son desterrados son masacrados.


La infraestructura de las grandes ciudades de Colombia se vio beneficiada con la aparición de las magnas fortunas que deja el narcotráfico. Los colombianos no podemos tapar el sol con un dedo, la plata del narcotráfico se vio cristalizada con grandes edificaciones y aspectos físicos que engalanan a las ciudades.

"La Colombia moderna, esa que viene desde el año 1980, se ha construido a base de cocaína. Los colombianos prefieren negarlo, o no conversarlo. Washington pretende convencer que la droga puede ser derrotada. No se puede. La gente recuerda que la capital, hace un cuarto de siglo, era un caserío. Ahora, Bogotá funciona, es moderna".

Era inevitable que la plata que arrojaba el narcotráfico no se viera en el desarrollo físico de Colombia. Los narcos empezaron a lavar su dinero mediante grandes construcciones que en ultimas beneficio a la estética y a la comodidad de la ciudad. Esa es la realidad, una realidad costosa y dura de asimilar.


En Colombia no solo se asesina, los cadáveres tienen que ser presa de desquiciados y enfermos que ven en la sevicia un arma más para intimidar.

"Las masacres tienen rituales, gritos, se hacen con machetes, se decapitan, se viola, los asesinos se disfrazan de soldados, de mujeres, para no parecer ser lo que son. Pero mucha gente, su gente, los quiere porque son hombres ricos. En los pueblos con ríos tiraban los cadáveres por el río. En el interior, por ejemplo en la frontera con Venezuela, tiraban los cadáveres en suelo venezolano. Cuando hubo quejas en la frontera, los paras compraron picadoras, y molían a los muertos, o los incineraban. En el centro del país, tiraban los cuerpos molidos al río Magdalena. Los peces se alimentaban de humanos picados y no querían otra carnada".

Cuantas familias no se han cansado de buscar los restos mortales de sus familiares desaparecidos. La norma en los grupos al margen de la ley parece ser exterminar a quienes declaran como objetivo a muerte. El climax del acto vandálico no es matar, sino causar repugnancia mediante descuartisaciones y desapariciones completas de los cadáveres.


Es increíble que Colombia no se haya dejado derrumbar por la cantidad de problemas sociales en la que se ve envuelta. Su población trabaja día a día para salir adelante y los flagelos parecen no interrumpir sus sueños. No hay meses sin bombas ni atentados terroristas, pero el gobierno de Álvaro Uribe en compañía de algunos colegas mueven cielo y tierra para tratar de solventar la crisis que ya ha dejado innumerables muertos.


El tema de la crisis al interior de Colombia es un tema recurrente que se convierte exquisito para escritores y periodistas de otras naciones. Esa misma templanza con que los colombianos encaran su diario vivir también llama la atención en las plumas que aterrizan en nuestro país para contarle al mundo lo lindo que es Colombia a pesar de sus problemas.


El texto es atractivo para la lectura una vez el autor empieza a depositar sus propias ideas. Quizá cuando empieza a citar a otros colegas el hilo conductor se torna a perder, pero el recurso es valido si se tiene en cuenta que son aportes claros que ayudan a comprender la realidad de Colombia.




Reseña 1: Cultura Mafiosa


El escritor del artículo, Alfredo Molano nació en Bogotá en 1944. Estudió sociología en la Universidad Nacional, donde obtuvo una licenciatura en 1971. También fue alumno de la Ecole Pratique de Hautes de París entre 1975 y 1977. Ha sido profesor de varias universidades; ha escrito artículos para revistas como: Eco, Cromos, Alternativa, Semana y Economía colombiana. Autor de numerosos trabajos de investigación aparecidos en diferentes medios. Ha recorrido el país hablando con colombianos de los más inhóspitos rincones, dando vida a libros que hablan como pocos de la realidad nacional.

El tema de este artículo es como la mafia en sus diversas expresiones continua permeando los diferentes ámbitos de la sociedad.

Alfredo Molano quiere contextualizar al lector acerca del 'monstruo' llamado mafia que algún día nació y que hoy a pesar de los esfuerzos por acabarla sigue creciendo.


Se creería que con el pasar del tiempo, la connotación de la palabra mafia disminuiría en su impacto social. Pero no, al contrario, su significado continua siendo el mismo pero con otros agentes sociales.

"El origen de la palabra es polémico: proviene de la voz árabe mahya: bravuconería, jactancia; o del toscano maffia, sinónimo de ostentación. La mafia, tal como la conocemos hoy, nace en Sicilia como una organización que defiende los intereses de los señores feudales con escopeta, es decir, a changonazo limpio, contratando sicarios y comprando o matando jueces”.Así se le da explicación al origen y procedencia de las palabra mafia en el primer párrafo del articulo.

Cualquier clase de organización, sin importar su época y contexto, que trate de defender sus intereses utilizando las vías de la violencia se denomina mafia. Colombia ha visto la expresión máxima de las mafias cuando nacieron las guerrillas y el narcotráfico.



Colombia pareciera estar condenada a tener que soportar en todos los momentos de su historia, la palabra mafia.

En el tercer párrafo del articulo se indica que : "En nuestro medio hay una herencia política que va de los chulavos y pájaros de los años 50, pasa por las bandas de esmeralderos y contrabandistas de los 60 y 70, y entrega su legado a los narcos, llamados mágicos —juego burlón con la palabra mafia—, que reinan hasta hoy y que ya compraron boleta "a futuro" bajo el nombre de ‘los emergentes’". Lo que indica que en nuestro pais siempre han existido grupos con cierto prototipo de mafia.

Desde la muerte del político liberal Jorge Eliecer Gaitan en 1948, nuestro país empezó a vivir malos momentos tras la aparición de grupos oscuros que vieron en la mafia una forma de prolongar su existencia. Esta tendencia nunca cambió y el futuro parece recibirla.


La mafia ha escalado tantos parámetros en la sociedad colombiana que hasta la política ya se vio inmiscuida en sus redes. Ni siquiera algo tan importante como las leyes que conducen a Colombia se salvaron de caer en este agujero maligno.

"Cuando Piedad Córdoba dice que en el país predomina la cultura mafiosa, hace una apreciación no sólo valerosa sino justa. Después de tomarse las juntas directivas y los directorios políticos, la mafia busca ahora imponer sus valores, normas y principios. Es decir, su cultura, más a las malas que a las buenas". Es un breve recuento que nos hace el párrafo cinco sobre la situación dentro de la política en nuestro país.

Que puede esperar una nación cuando ve caer en los brazos de la mafia a su clase dirigente. Caso puntual el de la ‘Parapolitica’ en donde varios políticos no pudieron ocultar su error y ahora están tras la rejas. Demasiado alto a llegado el poder de la mafia, esa condición ya hace pensar que estamos frente a una cultura, que por supuesto se impone con sus leyes, extorsión, armas y clandestinidad.


Sin duda que uno de los peores cánceres de Colombia, es la intervención de la mafia en lo más sagrado de su constitución como nación. Es decir su clase dirigente, ni siquiera esta rama que es tan supervisado se salvó. Lo que un día empezó como un juego para salvaguardar unos intereses, se transformó con el paso del tiempo en un monstruo que nos afectó, nos afecta y nos seguirá afectando. No sabemos cuentos muertos más tendremos que contar para ponerle punto final a un tema que cada vez crece más, claro esta, su existencia se mantiene en la clandestinidad y cuando siente asfixiarse se asoma para tocar otras esferas.


Este un tema que debe importarnos más de lo normal, pues no sabemos cual es en realidad la clase dirigente que se ocupa de crear las normas por la que se rige este país. Si la mafia ya alcanzó el poder para manejar a los políticos ¿quien sabe a donde más aspire a llegar?.


El texto es muy explícito en la medida que deja claro la raíz de la palabra mafia, aquella palabra que tanto daño hace, más cuando en nuestro país ya ha alcanzado el poder de meterse hasta con la mismísima política. Las ideas se tornan coherentes gracias a la exposición de un ejemplo en la mayoría de los párrafos.


miércoles, 8 de octubre de 2008

lunes, 6 de octubre de 2008

Av.15

Nadie en Colombia ignora que la capacidad de los carteles para intimidar con el uso de la fuerza y el terrorismo -como lo hizo el cartel de Medellín- o para corromper los poderes públicos -como lo ha hecho el cartel de Cali- ha impuesto un marco de regulación a través del cual no sólo han evitado que la Extradición rija en nuestro país para el delito de narcotráfico y conexos, sino que, adicionalmente, disfrutan de las ventajas que les brindan un aparato judicial particularmente ineficiente, que es incapaz de probar -sin confesiones o delaciones- las actividades delictivas de sus miembros, y de una legislación penal deficiente que, por la vía de la acumulación de beneficios exagerados y de un régimen punitivo significativamente laxo, ha terminado haciéndolos acreedores a condenas que no son condignas al daño social causado.